La estrella de Navidad, la ciencia detrás de un símbolo
Uno de los símbolos de la Navidad, ícono de paz, fe y encuentro con nuestras creencias es la estrella de Navidad o estrella de Belén que, de acuerdo con las Escrituras, anunció la natividad de Cristo. En muchas iglesias derivadas del cristianismo, esta marca en el cielo representa el recuerdo del adviento o el primer período del año litúrgico, un tiempo de preparación espiritual para celebrar la llegada del salvador. Pero ¿se han preguntado qué encontrarían si analizaran este fenómeno celeste con material de laboratorio? Bajo el fundamento científico, la estrella de Belén es mucho más que un anuncio divino o una alegoría religiosa que se emplea como decoración en los árboles y pesebres decembrinos.
La tradición cristiana, que ha sido siempre nuestra guía para conmemorar la temporada de Navidad, nos indica que una estrella guió a tres sabios de oriente hasta el establo donde nació el niño Dios e iluminó el punto exacto en el que se produjo el evento, en el establo en que María dio a luz. Hoy podemos verla representada sobre los pesebres en muchos países de América Latina, en los que la costumbre de rememorar la natividad y, por ende, la Sagrada Familia se mantiene. Así que la estrella de Belén tiene un indudable valor simbólico en la gran mayoría de las naciones abiertamente cristianas, ya que simboliza la buena nueva de la llegada del Señor, cuando el mundo acudió a adorarlo.
Pero, la ciencia no considera que se trate de una señal mágica, sino de un fenómeno celeste o astronómico muy común, que hoy es posible estudiar fácilmente a través de equipo de laboratorio especializado. Para descubrir la ciencia detrás de este maravilloso suceso, que ha tenido un evidente impacto en la cultura e historia a través de los milenios, los expertos han tratado de reconstruir el cielo que brillaba esa noche sobre la ciudad en la que nació Jesucristo, una labor que, sin lugar a duda, además de ser interesante, es una importante contribución para comprender quiénes somos y de dónde vienen nuestras creencias.
¿Por qué la Navidad se celebra el 25 de diciembre?
Para ello, lo primero que deben tener en cuenta es el año real del nacimiento de Cristo, al igual que el mes en el que se produjo dicho suceso. En realidad, no concuerda con el año cero establecido popularmente, ya que, según numerosas investigaciones y un estudio a fondo del Nuevo Testamento, lo más probable es que Jesús haya nacido entre cinco y siete años antes de lo que solemos pensar. Por otro lado, sobre el día de la natividad, no se sabe si fue realmente el 25 de diciembre y, de hecho, diversas evidencias lo refutan.
De acuerdo con evidencia histórica y científica trabajada conmaterial de laboratorio y publicada por la National Geographic, existen referencias que indican que, durante la Edad Media, había grandes libertades en los templos; por este motivo, es probable que los Papas de la época eligieran el 25 de diciembre como fecha probable del nacimiento de Cristo o una elección para conmemorar la natividad del Señor y apartar a sus fieles de las celebraciones paganas que tenían lugar en el solsticio de invierno. Así, la fiesta de Navidad vino a ocupar el lugar que correspondía a celebraciones saturnales y otras festividades laicas de la época. Por ejemplo, cuando reinaba el emperador Constantino el Grande, la iglesia propuso el 25 de diciembre como el natalicio del salvador, debido a que coincidía con el festejo popular romano que enaltecía al sol, conocido como Sol Invictus.
¿Realmente hubo una estrella?
Como hemos mencionado en párrafos anteriores, la estrella de Belén fue un fenómeno astronómico que guio a los magos de oriente hasta el lugar de nacimiento del niño Jesús y, por su simbología religiosa, ocupa un lugar muy destacado en toda la decoración navideña. Sin embargo, los estudiosos consideran que no hay un giro místico detrás de ello y que la estrella de Navidad no es más que una invención del Evangelio que busca relacionar un simple fenómeno celeste con el evento de la natividad, que dividió la historia en dos.
La teoría más aceptada, diseñada a partir de rigurosos estudios con instrumentos de laboratorio físico y a la que se le ha dado forma con el paso de los años, sugiere que lo que realmente ocurrió fue una suma de acontecimientos astronómicos sucesivos. El primero habría sido la conjunción tripe de Júpiter y Saturno, lo que significa que las órbitas de ambos planetas se alinearon con la Tierra de tal manera que parecía que se acercaban a la órbita terrestre. Luego, una supernova brilló en el cielo por 70 días y los magos, al ver este aviso y sin conocimientos científicos constatables, se habrían dejado guiar por ella.
La verdad de la estrella de Navidad
Antes de comentar las posibilidades científicas que se manejan para comprender qué ocurrió a nivel celeste y que supuso un aviso del nacimiento de Cristo, es importante que comprendan que en aquella época había una ausencia absoluta de contaminación ambiental o lumínica; además, en las áridas tierras del Medio Oriente, los eventos astrofísicos eran bastante frecuentes, por lo que cualquiera podía interpretarse como una señal divina. Dicho esto, hay que añadir que, según el texto bíblico, había un objeto en el cielo y estuvo presente el tiempo suficiente para que los sabios de Oriente lo vieran.
Aparte de lo ya mencionado, las posibilidades son múltiples y muchas de ellas han intentado estudiarse y replicarse con material de laboratorio. Sin embargo, no es necesario que cuenten con un amplio conocimiento científico para deducir que los Reyes Magos no habrían podido observar un cometa, una supernova o al menos la posición relativamente cercana de dos cuerpos celestes. El motivo de esto es simple, puesto que, por el hecho de que la Tierra rota, el cielo entero da la impresión de moverse, pero nada astronómico tiene la capacidad de recorrer una ruta en forma de arco y ocultarse mientras cae el sol.
Del cometa Halley a Júpiter
Una de las teorías más populares señala al cometa Halley como el responsable del fenómeno que dio lugar a la popularidad de la estrella de Navidad y podría ser el candidato a ser el símbolo del advenimiento de Cristo, si no fuera por el hecho de que, según cálculos astrofísicos, el cometa habría pasado en el año 12 antes de Cristo. Así que es demasiado pronto para concluir que marcó el año cero y, culturalmente, dividió la historia universal.
Lo más probable para explicar lo sucedido esa noche es la hipótesis antes expuesta acerca de la conjunción de Venus y Júpiter. Entre el 11 y 12 de agosto del año 2 a. C, los planetas más brillantes, Venus y Júpiter, emergieron y se alinearon para dar vida a uno de los símbolos más hermosos de la Navidad. El tiempo que les tomó a ambos planetas encontrarse les dio a los sabios de Oriente el tiempo suficiente para tomar la decisión de viajar y atravesar el desierto durante meses hasta que Venus se quedó en una posición determinada, próxima al sol, mientras Júpiter en la constelación Leo se fue desplazando paulatinamente hacia su cenit y, luego, hacia Occidente, señalando la ruta a Belén.
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