Importancia del control de calidad de las fórmulas como sucedáneas de la lactancia
Si ha habido un tema médico que ha generado gran polémica en la última década es la viabilidad de las fórmulas lácteas para infantes, en los casos en los que las madres no puedan o no deseen alimentar a sus hijos con leche del pecho. ¿Qué tan viable es una nutrición exclusiva con estos productos y de qué manera logran suplir los aportes naturales de la leche materna? Para obtener un buen producto final, es necesario llevar a cabo el proceso de medir pH y poner en práctica muchos otros análisis que permitan ofrecer a los lactantes un valor nutricional idóneo para su sano desarrollo.
Desde hace muchos años, estas fórmulas en polvo prometen numerosos beneficios y, desde luego, la industria encargada ha generado importantes avances para garantizar la calidad que corrobora el prestigio de sus marcas. La idea es que los lactantes que no tienen acceso a la leche del pecho de su madre, por una u otra razón, cuenten con las vitaminas, proteínas y minerales que son necesarios durante sus primeros años de vida; pero, que también dispongan de un escudo inmunitario en caso de virus e infecciones, puesto que, durante los veinticuatro meses posteriores a su nacimiento, el sistema inmunológico de los bebés es muy vulnerable y, por ende, necesitan de un óptimo apoyo alimenticio.
La primera leche comercial de fórmula de la que se tiene conocimiento fue patentada en 1860, a partir de un equipo de laboratorio altamente sofisticado para la época y, desde entonces, han sido numerosos los avances en el sector. Desde el principio, la industria ha sabido que la leche materna es la mejor opción para alimentar a los niños durante sus primeros dos años de vida; no obstante, cuando la alimentación natural a través del contacto «piel con piel» simplemente no es posible, las fórmulas se constituyen en el mercado como una solución muy efectiva que, bajo prescripción del facultativo, pueden cubrir las necesidades nutricionales.
México: ¿pecho o fórmula?
En México, todavía predomina la desinformación en lo que respecta a ambos métodos de lactancia. Por un lado, no existen las condiciones para que las madres puedan conservar su trabajo y, al mismo tiempo, amamantar a sus hijos, teniendo en cuenta que la alimentación con leche materna no es simplemente una vía de nutrición, sino un acto de amor que todos los bebés necesitan para conectar sanamente a nivel físico y emocional con sus madres. Y, al mismo tiempo, aquellas mujeres que, por uno u otro motivo no han podido dar el pecho, se sienten presionadas por la cultura de la lactancia materna y, por ende, no están al corriente de los beneficios de ciertas fórmulas lácteas para sus bebés.
De hecho, un estudio realizado en nuestro país y con cifras emitidas por la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición de 2018, reveló que solo 1 de cada 10 mujeres mexicanas trabajadoras puede amamantar a sus hijos, así que, pese a que esta es una práctica que ha logrado incrementarse, continúa teniendo niveles muy bajos de incidencia. El tema de la lactancia mejoró en todo el territorio nacional, pero aún queda mucho por hacer, teniendo presente que solo el 28.5% de los niños de 0 a 6 meses son amamantados ; mientras que, según la Encuesta Nacional de Niños, Niñas y Mujeres, el 31% de los menores de 6 meses son alimentados con el pecho de su madre y la mitad de los recién nacidos no reciben lactancia materna al cabo de la primera hora posterior al parto o cesárea.
Esta no es una problemática reciente ni mucho menos, que se ve reflejado en los avances de los laboratorios industriales para la creación de nuevas y mejores fórmulas para lactantes, a través de la adquisición de material para medir pH y otros insumos que hacen parte de un óptimo proceso de control de calidad. De acuerdo con revisiones de la historia de la industria láctea especializada, el apogeo de las fórmulas para lactantes, pensando en suplir las demandas esenciales de la dieta de los menores de un año, tuvo lugar en la década de 1970, como resultado de la aparición de los síndromes carenciales en los niños alimentados con leches acidificadas, escalando en calidad hasta lograr el «patrón de oro».
¿Cómo se produce la leche de fórmula?
Los sucedáneos de la leche materna son elaborados a partir del análisis de las necesidades de los infantes, tomando como modelo biológico la leche humana, que, por sí sola, cubre todas las necesidades energéticas y nutricionales de los lactantes hasta los seis meses de vida, adaptándose también a sus componentes fisiológicos y al metabolismo de su aparato digestivo. Lo que hacen los expertos de la industria es hallar la mayor semejanza posible entre la leche de fórmula y la leche de la madre, llevando a cabo pruebas diversas con materiales de laboratorio, a fin de poner en circulación productos óptimos.
La mayoría de las leches de fórmula son elaboradas con base en leche de vaca, aunque también hay opciones muy buenas con otras fuentes lácteas animales y vegetales, como la leche de soja y la leche de almendras. Todas estas alternativas han sido procesadas, sometidas a minuciosos tratamientos para medir pH y modificadas para que sus componentes puedan ser tolerados por los delicados sistemas digestivos de los lactantes. Por otra parte, respecto a la energía que aportan las fórmulas, vale la pena mencionar que 100 mililitros tienen un aproximado de 67 calorías; mientras que 100 mililitros de leche materna aportan una cantidad ligeramente superior, que ronda entre las 70 y 80 calorías.
¿La leche de fórmula puede suplir las necesidades de los lactantes?
La diferencia entre la leche de la madre, por lo tanto, y la leche de fórmula radica en la cantidad de proteínas. Las leches de fórmula albergan mayor cantidad de proteínas, ya que contienen de 1,2 a 2 gramos, según el fabricante, por cada 100 mililitros, lo cual hace que el crecimiento y aumento de peso sea más acelerado en el primer año de vida.
La FDA es la entidad global encargada de establecer los parámetros para la fabricación responsable de las fórmulas para lactantes , teniendo presentes una serie de normativas especificadas en un informe emitido por la organización en febrero de 2014. Sus expectativas en cuanto a la calidad nutritiva y la seguridad de las fórmulas siguen siendo muy elevadas, puesto que se trata de una etapa crítica en los niños, así que es imprescindible contar con buenas prácticas de procesamiento, incluyendo pruebas de laboratorio requeridas para prevenir el contagio de Salmonella y Cronobacter, que son patógenos altamente perjudiciales para la salud; también deben demostrar que sus productos contribuyen al crecimiento físico y debe exigirse la evaluación del contenido nutricional en la etapa final de producción, antes de que el producto salga a la venta.
Por su parte, la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (COFEPRIS), que es la entidad mexicana gubernamental encargada de los procesos inherentes al Departamento de Regulación y Fomento Sanitario de la Secretaría de Salud, establece ciertas claves y pautas para garantizar la transparencia de la puesta en circulación comercial de las fórmulas para lactantes. Una de esas regulaciones es la NOM-131-SSA-2012, cuyo fin es establecer un control en productos y servicios de fórmulas lácteas para niños, de continuación y para bebés con necesidades especiales de nutrición, así como para alimentos y bebidas no alcohólicas, con todas las disposiciones y especificaciones sanitarias nutrimentales que se vean reflejadas tanto en las pruebas, como en el etiquetado.
Además, para poder tramitar el registro sanitario de fórmulas de alimentación especializada, COFEPRIS también exige la fórmula cuali-cuantitativa del producto, proyecto de etiqueta con las etiquetas precautorias y condiciones de manejo, instructivo de uso y conservación, pruebas de estabilidad en laboratorio, certificado de análisis de materias primas y del producto finalizado, al igual que los métodos de control de calidad empleados y las referencias bibliográficas a las que hayan recurrido; especificaciones de la fórmula lista para comercializar, certificado de libre venta por parte de la autoridad sanitaria del país competente, en caso de que la marca sea de otra nacionalidad; y carta de representación.
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